La tensión del semáforo

Dicen que el ir a trabajar es estresante, que las personas se estresan principalmente al prepararse para ir al trabajo a la carrera, coger un vehículo e intentar aparcarlo (principalmente si es un coche).

En todos los momentos se vive un cierto grado de tensión si no tienes tráfico fluido y buena música en la radio. Pero seguro que todos os habéis visto en la siguiente situación: Paráis en un semáforo en rojo tranquilamente y, de repente, para otro coche en el otro carril. Sin saber por qué, se enciende una chispa dentro de nosotros que nos pone en tensión. Comenzamos a mirar de reojo a ver qué actitud se ve en los ojos del otro conductor, ¿esperará a que se ponga en verde?, ¿saldrá cuando el muñeco rojo parpadee?, ¿arrancará cuando el muñeco verde pase a rojo? Cuando se llega a este último caso, el par de segundos que pasa desde que el muñeco se pone en rojo, hasta que el semáforo se pone en verde, son los más tensos entre ambos conductores, ¿quién apurará ese par de segundos para salir antes?

Y si ya vas en moto, prepárate. La línea de detención pintada en el suelo comienza a transformarse en una línea de salida cuadriculada de circuito. La tensión entre los motoristas se respira en el aire (sobre todo porque algunos la han rebasado y se han montado en el paso de peatones). Disimuladamente, todos se miran entre sí, miran las máquinas que llevan cada uno, las cilindradas, lo limpias o sucias que las llevan… Normalmente, en el caso de las motos, la salida la marca el cambio a rojo del muñeco, no el verde de circulación, por lo cual, cuando se pone en rojo el muñeco y se escucha el primer aumento de revoluciones de una de las motos, ¡allá van todas, a volar!

En fin, yo he aprendido, por mi salud físico-mental, a relajarme en mi motito y disfrutar el conducirla, pero, la sensación siempre está ahí, presente, sólo hay que controlarla.